Es la más antigua de las torres mudéjares turolenses.
Responde al modelo torre-puerta, ya que en su planta inferior se abre un paso
abovedado de cañón apuntalado que permite la circulación viaria.
Se encuadra dentro de las torres mudéjares de estructura cristiana formada por una única torre exterior de planta rectangular y dividida en tres estancias superpuestas.
Su decoración exterior, sobria y elegante, presenta la típica ornamentación mudéjar basada en cerámica vidriada y ladrillo.
El pasaje cubre con bóveda de cañón apuntado con sus frentes a base de doble rosca. El intradós de la bóveda está enlucido. A partir de la imposta sigue el primer cuerpo hasta una sencilla cornisa formada por ménsulas en voladizo que sirve de paso al cuerpo superior. Este cuerpo inferior es ligeramente más ancho en la parte baja que en la superior.
En la cara oeste de la torre, al ser más ancha, el friso de esquinillas también se alarga llegando hasta las 22. Aquí no se completa con fustes cerámicos entre los huecos, seguramente por no haberse repuesto en la restauración, ya que es de suponer que sí los tenía en origen. La torre se levanta sobre dos grandes machones rectangulares, uno de ellos prácticamente empotrado en el muro de la iglesia y otro, con forma de talud hacia el exterior, ha quedado exento al derribarse los edificios anexos. Las jambas del paso bajo la torre están revestidas de piedra sillar hasta el arranque de la bóveda delimitado por una imposta de tipo clasicista lo que denota tratarse de una actuación posterior, seguramente debida a la descomposición del ladrillo por la humedad de capilaridad ascendente del suelo.
Desde el interior de la torre de san Pedro se accede al ándito, un elemento arquitectónico que rodea la iglesia por el exterior, desde el que se pueden apreciar los detalles del exterior de la torre, las vidrieras y el rosetón de la iglesia, así como la reforma de la puerta de la misma fechada en el siglo XVIII.