sábado, 1 de noviembre de 2014

El Frontal de San Pedro de la Catedral


   El Frontal de San Pedro de la Catedral es una bella obra de arte, en que el modesto autor puso toda su alma, sin  regateos, y queriendo superarse a sí mismo, produjo algo digno de ser firmado por los Arphes o Cellinis.
     De una pureza de estilo, su trazado, sobrio dentro de las inimitables filigranas y aun recargos de adornos a que casi inconscientemente se deriva al tratar el Barroco, buscando más la composición que el detalle, sin despreciar a éste por completo, Pedro Palacio, el Zaragozano, trazó los tres medallones en los que aún hay alguna reminiscencia en la forma de su ejecución de los Renacentistas Berruguete y Joli; trazos valientes si que un tanto duros, aunque no muy acusados en el central y la derecha (La Anunciación y Santiago) más definidos en el de la izquierda (San Pedro); de tal forma aun llamaba la atención dicha escuela que en el tiempo en que se construyó el Frontal, cuando ya el Barroco se había formado, aun se conservaba la retina herida por la visión del Renacimiento. A ello se debe sin duda el nombre con que el vulgo dio en llamar a la obra el «Frontal de San Pedro de la Catedral, porque sin duda alguna es lo que más llamaba la atención: el repujado del medallón de San Pedro; y como muy bien dice el adagio: «Vox pópuli...», efectivamente es, de los tres, el mejor repujado, en el que se ve más seguro el buril del artista, y en el que, entre sus «brusquedades», se percibe claramente el martillazo creador. 


    Una vez repujados estos tres motivos—base de la obra —hubo de encuadrarlos y aquí echó mano del estilo; el Barroco le daba material, o mejor dicho, motivos ornamentales más que suficientes para la composición, sólo hubo de tener la discreción, o por mejor decir, el gusto artístico necesario, que sabe abstenerse de hojarasca inútil que sólo sirve para distraer vanamente la atención sin dejarla fijar en algo determinado, que no tema las miradas de la crítica, recurso desgraciadamente muy socorrido y por tanto muy usado por las medianías que tal vez tengan una maravillosa ejecución, pero también, tal vez, ignoren que en una obra de arte, es la que se unen admiráblemente en el mismo artista, la mente creadora y a su servicio la mano hábil que ejecuta. 


   Por depronto, repujó los angelotes que sostienen los medallones de factura irreprochable junto con los rasgos anejos al estilo, guirnaldas; etc., y luego, quiso hacer algo que llamase la atención, y empezó, con verdadero conocimiento del oficio, a abollar la chapa, para luego, en las volutas de encima de los medallones, rematarlos en esquina viva, alarde, si se quiere, más de artesano que de artista; no obstante, el conjunto de la obra también lo acredita como tal, y no de los menos inspirados.


    Murió Pedro Palacio, sin poder terminar la obra, en la que sin duda puso su cariño, si bien dejó ya trazados los jarrones de azucenas de los lados, y unas manos hechas a su escuela, que habían de terminarlo, también con cariño, su hermano, fue el que dio remate a la obra, que en esta Catedral puede admirarse, como uno de los más valientes repujados de su época.

No hay comentarios:

Publicar un comentario